sábado, mayo 12, 2012

EVO

EVO suele decir que no puede creer lo que está viviendo cuando se trata de momentos culminantes en su vida e, inevitablemente, mira en retrospectiva.
Rememora entonces su niñez en Isallavi, cercana a Orinoca, su pueblo natal. “Mi mamá me ponía una camisa y un pantalón que no me sacaba nunca. Si me los sacaba era para buscar piojos o para remendar el codo de la chompa. Sí, tenía piojos. Ducha, no conocía. Me lavaba la cabeza con Ace (detergente para ropa), porque así vivíamos todos”, recuerda.
El ex ministro de Comunicación de Morales, Iván Canelas, confirma la dura vida de Morales: “Nació en una región olvidada y desconocida para todo el país, sin recursos económicos ni elementales servicios básicos; región de campesinos productores de papa y pastores de llamas y ovejas. ¡Quién podría imaginar que de un lugar así, de un páramo, iba a surgir un líder como Evo!”
Panadero, ladrillero, platillero en las bandas de música de Oruro, Morales dejó sus llamas por la ciudad, pero pronto encaminó sus pasos a Cochabamba y a Chapare, donde comenzó cultivando arroz. Allí inició una carrera sindical muy próspera en el plano político, pues desde las seis federaciones del Trópico —que agrupa a unos 30.000 productores de coca— Morales se convirtió en defensor de la hoja y paralizó el país entero con sus temidos bloqueos de carreteras contra la erradicación de la planta.
Llegó al Parlamento como diputado y, más tarde, en 2006, asumió la presidencia de Bolivia en el comienzo de un proceso de cambio que está dando la vuelta al país, pero con demasiados sinsabores y decepciones para quienes lo han apoyado.
El cambio, aparentemente, ha operado modificaciones en el pensamiento de Morales que ha reforzado el control de todos los poderes del Estado, incluidos el Legislativo y el Judicial, además del poder político, el económico y el social, en el convencimiento de que solo así se completará la revolución democrática y cultural, cuyo eje parece ser un indigenismo a ultranza que no concilia con la modernidad.
“El presidente quiere marcar una cercanía al momento transformador postulado por los indígenas y quiere ser su representante”, explica el ex canciller Armando Loayza.
Pero, sin desmerecer sus obras y la gobernabilidad de su administración, quienes lo han apoyado están desencantados. Los indígenas, los asalariados y ahora la clase media le están dando la espalda.

La Confederación Indígena de Bolivia (CIDOB), que agrupa a los pueblos originarios de tierras bajas, “está decepcionada”, según el indígena chiquitano Lázaro Tacóo. “La soberbia, el autoritarismo y la terquedad de Evo están poniendo en entredicho a la gente humilde, esa gente que no pisa la escuela pero que es sencilla, educada y pacífica”. Los pueblos indígenas, dice Tacóo, están preocupados ante “la enorme capacidad que tiene para desatar conflictos en los sectores sociales, en lugar de unir a todos los bolivianos”.
El ex Defensor del Pueblo Waldo Albarracín cree que Morales ha cambiado de ideología. “Los ideales de alta sensibilidad humana en defensa de los marginados y los excluidos han sido paulatinamente relegados por su carácter autoritario y una ostensible intolerancia a los criterios alternativos. Quien los emite es inmediatamente reprimido; las organizaciones sociales disidentes son destruidas y reemplazadas por otras entidades paralelas promovidas por el Gobierno y con líderes afines”, explica Albarracín.
El presidente es famoso por sus ocurrencias. Un librito que recogía cien de sus más picantes frases es un superventas, lo que supone un doble mérito en un país donde apenas se lee una media de un libro al año y los autores costean su impresión.
El presidente Morales figura entre las contadas personalidades con más de una distinción académica de doctor honoris causa. Su colección reúne casi veinte títulos de otras tantas Universidades extranjeras y de Bolivia. Con la sinceridad que le caracteriza, acaba de declararse “feliz por no haber ido a la Universidad”.

A fuerza de halagos de su entorno, Morales puede que esté convencido de ser el jefazo de un Gobierno popular, aunque no se haya percatado de la lenta dilución de sus bases, como se diluye la esperanza de “vivir bien” en Bolivia.

No hay comentarios.: