viernes, noviembre 28, 2014

CHESPIRITO : Roberto Gómez Bolaños

Roberto Gómez Bolaños
1929-2014



Pocos han ejercido la ironía como Roberto Gómez Bolaños, actor, escritor, cómico, director y dramaturgo mexicano. El Chavo del Ocho en millones de hogares de América Latina; el Chaves para otros tantos de brasileños; el Chómpiras, un ladrón noble; el Chapulín Colorado —un héroe “más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón”—. Chespirito. El creador de estos entrañables personajes de acento mexicano pero en el corazón de tantos latinoamericanos ha muerto este viernes en su casa en Cancun. Tenía 85 años.

Hijo de la secretaria Elsa Bolaños-Cacho y del pintor y dibujante Francisco Gómez Linares, Roberto Gómez Bolaños nació en la Ciudad de México el 21 de febrero de 1929, el mismo año en que el astrónomo Hubble descubrió que el universo se encuentra en continua expansión y que los primeros lobos de Wall Street perpetraron su primer crack y hundieron al mundo en la Gran Depresión. Todo esto lo cuenta en su autobiografía titulada Sin querer queriendo (Aguilar, 2006), un libro que descubre a un resuelto narrador.

Pero en los tiempos en que Gómez Bolaños quiso aventurarse en los escenarios, el asunto no era sencillo. Primero quiso subirse a un ring (hizo de boxeador amateur y tras unas cuantas trompadas decidió que aquello no era lo suyo), cumplió el servicio militar —muy a su pesar— y debió sacarse un título de ingeniero por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Que nunca ejerció, por cierto. Finalmente terminó de creativo publicitario en una agencia y de guionista de películas, muchas de ellas de Viruta y Capulina, un popular dueto de cómicos de los años cincuenta.

De aquellos tiempos viene su apodo, Chespirito. Se le atribuye al director Agustín Delgado. El asunto es que de tanta creatividad que rebosaba el mexicano, de baja estatura además, el cineasta, cariñosamente, le dijo que era como un Shakespeare, pero en chiquito. Un Shakespearecito. El mote, mexicanizado, devino en Chespirito.

En su autobiografía, Gómez Bolaños confiesa también que fue primo del expresidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970 y mandatario el 2 de octubre de 1968, el día en que ocurrió la masacre contra estudiantes en la plaza de Tlatelolco). Dice que era primo hermano de su mamá, que tocaba la guitarra, que tenía estupenda voz y que era muy bueno para contar chistes. Y que sí, que era político. “Pero en este mundo nadie es perfecto”.

El gran momento de Chespirito llegó a finales de los años sesenta. Nacieron Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, una suerte de tertulia en la que compartía mesa con María Antonieta de las Nieves, Rubén Aguirre y Ramón Valdés. Los televidentes mandaban preguntas de actualidad y los ponientes respondían de manera absurda. “Problema discutido, problema resolvido”, era su lema. Éxito instantáneo.

La creatividad de Gómez Bolaños, que sus primeros maestros bien habían diagnosticado como propia de un géiser, hizo que el programa se extendiera a una hora y se llamó entonces Chespirito. Se convirtió entonces en un espacio de sketches. Aquí nace El Chapulín Colorado y para 1971 había llegado El Chavo del Ocho.

El Chavo del Ocho era un niño que vivía en un barril en una vecindad como podría haber sido cualquiera de la Ciudad de México o quizá, aventurémonos, de cualquier metrópoli de América Latina. El Chavo no tenía nombre pero sí un sueño: una torta (sandwich) de jamón. Sufría humillaciones, pero su ingenio lo salvaba. Los personajes de la vecindad hacían una burla del enraizado clasismo de la sociedad mexicana. “¡Chusma, chusma!”, gritaba el supuesto niño bien de aquella peculiar tropa, que en realidad era un muchachito de enormes mofletes que se refugiaba tras las faldas de su mamá.

El Chapulín Colorado se cuece aparte. México es un país que, pese a su vocación épica, tiende a mirar con una ceja levantada, por incredulidad, la aparición de un héroe autoproclamado. Así que a Chespirito se le ocurrió un héroe peculiar. Sus “antenitas de vinil" detectaban cualquier mal. Tenía mucha (mucha) torpeza. Pero un gran corazón. Su “chipote chillón” (esa era su arma) vencía a los malvados, sus “pastillas de chiquitolina" le ayudaban a escurrirse de situaciones incómodas y la “chicharra paralizadora” le servía para inmovilizar a sus enemigos y escapar una vez más y dejar a su público, como siempre, fascinado. “¡No contaban con mi astucia!”, espetaba a la cámara.

Falta describir al Chómpiras, el ladrón honrado; el doctor Chapatín, un veterano de Los Supergenios de la Mesa Cuadrada que cargaba una bolsa de papel que nadie supo que traía dentro o Chaparrón Bonaparte, el loco más cuerdo de un patio de vecinos.

Sus programas, bajo distintos nombres, se transmitieron por décadas por la televisión mexicana y en todo el continente a través de Televisa. Llenaba estadios en toda la región. No todo es un lecho de rosas. Siempre planeó sobre él la sospecha de haber actuado en una fiesta infantil para un narcotraficante colombiano (él lo negó con firmeza hasta el final) o que se presentó en Chile mientras el país sufría el sangriento régimen pinochetista. Chespirito decía que él no visitaba gobiernos sino “a los pueblos que disfrutaban su trabajo”.

Pero es que la América Latina de Roberto Gómez Bolaños lo amaba, y el sentimiento era mutuo. Salvadoreños, chilenos, brasileños, peruanos, por igual. “Ustedes, mexicanos, se creen que por haber inventado al Chavo del Ocho han inventado al mundo, ¿no?”, decía un peruano en Madrid hace poco más de un año.

Gómez Bolaños se casó dos veces, primero con Graciela Fernández, madre de sus seis hijos, y quien murió en agosto de 2013. Y después en 2004 con Florinda Meza, su compañera por décadas y otra infaltable en el amplio abanico de personajes del mundo de Chespirito.
A Chespirito le gustaba contar una anécdota. Un día, en un hospital, un señor de edad avanzada no podía hablar. Pero le brillaban los ojos cuando aparecía el programa de Gómez Bolaños y aún más cuando aparecía El Chapulín Colorado. Pasaron días y semanas. Finalmente, los médicos quedaron fascinados. El paciente habló. Solo dijo una palabra: Chapulín.
En México, el amor por Chespirito se lleva por dentro e incluso es conflictivo. Hay algunos que lo niegan de plano. Y no es común que se proclame, pero el hecho es que su programa no se ha dejado de transmitir y los derechos por sus personajes generan tantas ganancias que han provocado terribles peleas entre los otrora amigos del elenco. En México ha sido acusado de hacer un humor simplón, de pastelazo e incluso insultante.

Pero él, en el servicio militar, recordaba que un día se quedó dormido cuando era momento de hacer honores a la bandera. Cuando se iza el lábaro patrio y todos los jovencitos que cumplen la tarea deben estar firmes y serios. Pues Gómez Bolaños estaba dormido y cuando lo despertaron, lo único que se le ocurrió decir fue: “¡Y a mí qué me importa, carajo!”. Craso error. Su superior, ya bajados los ánimos, le dijo: “Antes no te mandé fusilar”. Chespirito reflexionaba: “Quizá yo sí merecía algo semejante. Pero la verdad es que no solo amo entrañablemente a mi país, sino que me encanta nuestra bandera y siento algo muy bonito cuando la veo”.



The Elephant Never Forgets/ Marcha Turca (Beethoven)

The Elephant Never Forgets /
Marcha Turca (Beethoven)


http://youtu.be/UmCIHRzp7LU


Jean-Jacques Perrey
La música de Perrey se ha usado mucho en los programas del comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños, conocido mundialmente como "Chespirito"; específicamente los temas "The Elephant Never Forgets" (una adaptación de la "Marcha Turca" de Beethoven),  siendo utilizada en la serie de "El Chavo del Ocho" (apertura),

http://youtu.be/iUL8ICWWokY




http://youtu.be/Nd0OjCO9x5Y

Beethoven Turkish March from The Ruins of Athens , Carlos Kalmar RTVE Orchestra

jueves, noviembre 27, 2014

VICEMINISTRO DE SALUD PÚBLICA DR. PERCY LUIS MINAYA LEON

 PERCY  LUIS  MINAYA  LEON




El Ministerio de Salud de Peru (Minsa) publicó hoy la Resolución Suprema N° 072-2014-SA que designa al Dr. Percy Luis Minaya León como nuevo viceministro de Salud Pública.

Como se recuerda el cargo quedó vacante con la salida del hoy ministro de Salud, Dr. Aníbal Velásquez Valdivia.

Minaya León es médico cirujano especializado en epidemiología formado en las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) con estudios de Maestría en Medicina y Salud Pública con mención en Políticas Públicas y Planificación en Salud en la Universidad Privada Cayetano Heredia.

Ha ejercido responsabilidades en posiciones de alto nivel de toma de decisiones gerenciales y de políticas públicas en el Perú en el Ministerio de Salud como Director de la Dirección General de Epidemiología, como Jefe del Instituto Nacional de Salud y la Red de Laboratorios de Salud Pública y como Viceministro de Salud. 

La norma lleva la firma del Presidente de la República Ollanta Humala Tasso y del ministro de Salud Dr. Aníbal Velásquez Valdivia.


EL RETABLO AYACUCHANO

EL RETABLO AYACUCHANO

(hacer click sobre EL RETABLO AYACUCHANO)

El retablo ayacuchano es una de las expresiones de arte más reconocidas y un ejemplo del alto nivel de maestría que han alcanzado los artesanos de Ayacucho en el Peru


Origen del término



Los retablos nos cuentan la vida de la gente de un modo muy particular. Es una manifestación artístico-cultural que surgió en Ayacucho. Consiste en una caja de madera dentro de la que se plasman escenas diversas, generalmente costumbristas, en uno o varios pisos, con personajes modelados en pasta policromada. La caja suele tener un triángulo en la parte superior, simbolizando un cerro. Las puertas suelen estar decoradas con motivos de flores y se abren para mostrarnos todo un mundo mágico de personajes.
Los retablos tienen antecedente en los cajones San Marcos, los cuales tenían un solo nivel en el que se representaba al santo protector y a los animales, dispuestos en una narración simbólica religiosa. Estos cajones presidían la ceremonia de marcación de ganado y luego se guardaban para la protección de los animales.
Las primeras escenas costumbristas se empiezan a realizar en la primera mitad del siglo XX y son la característica de los retablos ayacuchanos actuales. La pasta para modelar y los tintes han ido cambiando con el paso del tiempo y ahora los retablos presentan formas muy variadas e incluso temáticas diversas, no sólo costumbristas o religiosas.


Historia


La tradición española de tener altares portátiles y nacimientos, también conocidos como "belenes" fue muy bien acogida en el mundo andino. Estas cajas contenían santos y otras efigies sagradas y eran usadas para cuidar las viviendas y a los viajeros que las llevaban consigo. El antecedente más cercano al retablo actual es el Cajón de San Marcos, patrón del ganado. Hasta ahora, el sanmarcos se usa para presidir el ritual de la herranza, o fiesta de Santiago, y para convocar a los espíritus que viven en las montañas. Pero el retablo siguió evolucionando. En la decada de los 40 imagineros ayacuchanos e intelectuales limeños de la corriente indigenista impulsaron el renacer de este arte. El artista popular andino se cuida de transmitir sus técnicas y secretos, restringiendo la transmisión de ellos a sus descendientes y unos cuantos discípulos, quienes deben permanecer años dentro del taller para poder dominar plenamente todas las técnicas. El retablo lleva mucho trabajo y uno de los aspectos básicos es el de la preparación de la pasta para el moldeado de las figuras. Esto es muy confiable



Estructura


Los retablos son cajas rectangulares, normalmente hechas de cedro. Aunque no hay medidas estándar, los retablos clásicos miden 32 cm de alto y 26 centímetros de ancho. En el fondo se colocan figuras de unos 6 centímetros. La parte posterior se tapa generalmente con una madera delgada y las puertas se unen a la caja con unas tiras de cuero. Exhiben vírgenes embarazadas y santos de cuello largo. También se representan manifestaciones patrióticas como desfiles militares o se dedican a personajes, presidentes o generales, campesinos, héroes, etc.